Ángeles de cuatro patas en el río de sangre.

Hace mucho tiempo, mi abue (que en paz descanse) tenía un perro llamado Nube. Era un canino raza Real Samoyedo y ha sido mi mejor amigo de cuatro patas del mundo.

¿Saben? justo ahora que lo recuerdo, no puedo evitar que se nublen mis ojos.

Yo era un niño de 12 años y me arrepiento de no haber cuidado a Nube como se lo merecía.

En ese tiempo vivíamos en un pueblito, como a 25 minutos de la capital de Morelia, Michoacán. En un pueblo los perros están o estaban fuera de la casa todo el día, vagando y seguro peleando con los perros que encuentran en el camino, para ver quién es el más ‘macho’. Sin embargo, Nube siempre estaba en el patio de la casa. Recuerdo que algunos niños pasaban y le arrojaban rocas y el salía ladrando, los niños corrían con toda su rapidez y fuerza, y a la vez sus miradas mostraban como la adrenalina recorría cada parte de su cuerpo.

Nube, mi querido Nube, desearía haber sido un adulto y poderte cuidar y alimentar como se debía. Era tan fácil encariñarse con esa mirada dulce y esa bola de pelo… era como abrazar a un oso de peluche.

En un pueblo se vive humildemente y a Nube se le alimentaba como se podía, la mayoría de las veces con las sobras de la comida.☹

Mi padre, fanático de la cacería intentó entrenar a Nube para cazar liebres, conejos, etc., fracasó, Nube veía pasar a dichos animales y no movía una pata de su lugar.

Recuerdo un día que unos jóvenes llevaron un perro cerca de la casa y esperaron el momento oportuno para soltarlo y que peleara con Nube. Dice mi abue que ella escuchó cuando peleaban, acto seguido tomó un palo, salió y separó a los perros y a los chicos les dijo que los acusaría son sus respectivas madres.

Nube salió vecedor, pero sus heridas me dolían tanto como a él.

Nuestro Nube murió a los diez años y medio. Recuerdo ese día como si fuera ayer, extraño mucho a mi mejor amigo de cuatro patas.

Después que Nube falleciera, mi abue me contó de algo llamado el río de sangre.

Dice mi abue que cuando dejamos este mundo llegamos a un lugar, el cual debemos pasar para llegar al cielo. Nuestras almas caminarán por mucho tiempo (dicho tiempo depende de las buenas acciones que hicimos en vida) y al final se podrá ver el Paraíso, ahí al otro lado de un río.

Ese río no lo puedes cruzar sin ayuda.

¿Saben quienes están ahí para ayudarnos? Exacto, nuestros perros, los ángeles de cuatro patas.

Se supone que en ese río nuestra alma se torna muy pesada, entonces es cuando los angelitos de cuatro patas nos ayudan a pasar a través de este. De acuerdo a mi abue, el peso de nuestra alma depende de los pecados que hayamos cometido. Por esa razón, un solo ángel de cuatro patitas no podría cruzar contigo solo ese río, así que todos los perritos que hayas tenido o hayas tenido un gesto para con ellos, estarán dispuestos a cargar tu alma y llevarte al otro lado del río de sangre.

Si esto es cierto, sé que Nube estará ahí cuando yo llegue a ese punto, al igual que Scooby, Cokis y Lobo… mis otros amigos de cuatro patas.

By Mr Imperfect